Recordando el famoso cuento de Gabriel García Márquez y asociándolo con lo que hoy le está pasando a Buga con el INCO en relación con la construcción de la doble calzada y la afectación que esa obra le significa a muchísima gente a lado y lado de la vía, bien vale la pena pararle bolas ya. Los testimonios, las evidencias y los sucesos que la comunidad ha venido denunciando a todo lo largo del Valle del Cauca, -y no solamente en Buga-, merece la atención del gobierno nacional. Y ojalá que los ánimos no se calienten más y terminemos como en el cuento de Gabo.
Con la diferencia que en el cuento, todo resultó de un pálpito de la viejita y sus dos hijos, uno tan chismoso como el resto del pueblo que se comió el chisme. Hasta que el pueblo terminó incendiado. Aquí, por todo lo que se sabe, los únicos culpables son los señores del INCO. La arrogancia y la mamadera de gallo, de reunioncita en reunioncita con la comunidad, no puede continuar. Sus comportamientos son actitudes provocadoras; y el ambiente se está enrareciendo. Que después no digan que fue la comunidad la que terminó actuando por las vías de hecho en algo que si no se resuelve pronto, se ve venir.
Los contratistas ajustarán los contratos con el argumento de fuerza mayor o imprevistos. De esto ya la comunidad conoce un poquito más.
Pero de las obras no previstas, -porque los contratos los arman en Bogotá-, de eso, no se resuelve nada.
Entonces si no se resuelven los asuntos obvios que afectan las condiciones de vida de una comunidad, quiere decir que dichas obras han sido mal planificadas; decididas con afán; decididas sin consultar con los afectados posibles; y así las cosas, hay que decir que esas obras podrían denunciarse por no reunir todos los criterios previos que se estudian para su aprobación, licitación y contratación. Con los que no se puede jugar es con las comunidades. A menos que también terminemos incendiados. Ojalá que no sea eso. Pero la comunidad merece respeto y atención.
Con la diferencia que en el cuento, todo resultó de un pálpito de la viejita y sus dos hijos, uno tan chismoso como el resto del pueblo que se comió el chisme. Hasta que el pueblo terminó incendiado. Aquí, por todo lo que se sabe, los únicos culpables son los señores del INCO. La arrogancia y la mamadera de gallo, de reunioncita en reunioncita con la comunidad, no puede continuar. Sus comportamientos son actitudes provocadoras; y el ambiente se está enrareciendo. Que después no digan que fue la comunidad la que terminó actuando por las vías de hecho en algo que si no se resuelve pronto, se ve venir.
Los contratistas ajustarán los contratos con el argumento de fuerza mayor o imprevistos. De esto ya la comunidad conoce un poquito más.
Pero de las obras no previstas, -porque los contratos los arman en Bogotá-, de eso, no se resuelve nada.
Entonces si no se resuelven los asuntos obvios que afectan las condiciones de vida de una comunidad, quiere decir que dichas obras han sido mal planificadas; decididas con afán; decididas sin consultar con los afectados posibles; y así las cosas, hay que decir que esas obras podrían denunciarse por no reunir todos los criterios previos que se estudian para su aprobación, licitación y contratación. Con los que no se puede jugar es con las comunidades. A menos que también terminemos incendiados. Ojalá que no sea eso. Pero la comunidad merece respeto y atención.